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Mostrando las entradas de enero, 2007

Puerto Maldonado: los nuevos “sitios”

Hace un tiempo escribí esta crónica. Luego de repetir el circuito en enero de 2007, pienso que es válida a pesar de los años transcurridos. ¿Cuando empezó la colonización? No se. Lo único cierto es que están ya allí, en pequeñas casitas desparramadas a través de cuatro manzanas en una de las nuevas áreas urbanas de Puerto. Hace muchos años cuando la ciudad apenas llegaba hasta Santa Cruz (había viviendas dispersas, claro pero no eran parte de la unidad) ellas ofrecían sus caricias en tres barracas distintas, ocultas por la maleza en el camino a la Joya colindantes con la Av. Madre de Dios. En esos tiempos había una mujer legendaria cuyo nombre nunca supe pero que nuestro pueblo conocía como la Tía Mocha. Decir su sobrenombre era como invocar al diablo, y lo decíamos, culposa y silenciosamente muy lejos de los oídos adultos. Ella era quien organizaba y dirigía, (en nuestro imaginario por que, en lo que a mi respecta, no había certeza de ello) todo el comercio de las chicas de la “vida a

Lo que Lima es

Luego de muchos años en esta ciudad me he terminado de convencer que Lima es la más patética de las ciudades que he conocido. Pero no por el clima depresivo de invierno que te priva del solo e invade de niebla y llovizna mediocre, todo ello capaz de volver suicida al más entusiasta. No. Por lo contradictorio de su dinámica. Por la forzosa relación de amor y odio que suscita entre sus habitantes. Es así por lo estresante de las calles, la hostilidad del peatón y del conductor de combi, camión, ómnibus o automóvil particular. Por la ausencia de respeto del derecho en las aceras, por la inseguridad de sus calles, por que difícilmente se puede encontrar un lugar en la ciudad donde uno pueda sentarse o caminar a disfrutar el paisaje (el desierto también puede tener sus encantos) sin el temor y la paranoia de que el individuo que te mira de soslayo te va a asaltar. Lima no es una ciudad, es una prisión sin ley y sus vecinos los internos, atrapados por una rutina sin final. Con lo adaptable q