Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas de septiembre, 2006

11 de Septiembre de 2001: recuerdos a cinco años de la tragedia

Ese día llegué más temprano de lo necesario a la escuela, las clases empezaban a las diez. Se llamaba Maxwell School en Syracuse, Nueva York. Antes de ingresar a las aulas, habían unas salas inmensas con sillones y comfortables como el lobby de hoteles cinco estrellas. Para lo bueno y para lo malo dos televisores inmensos estaban siempre encendidos en CNN. Normalmente no muchos levantaban la mirada por las noticias, pero ese día, 11 de septiembre a las 8:50 de la mañana del verano boreal, casi una multitud estaba agolpada, absorta frente a ellos, algunos lloraban. Me detuve con la multitud y levanté la mirada hacia uno de los televisores. Una de las torres gemelas ardía inconteniblemente luego de que el primer avión se estrellara contra ella. Minutos después, se estrellaría el segundo avión en la torre sur y todo lo demás es historia conocida. Sin embargo, pocos conocen las sensaciones que invadieron los pasillos y aulas de las escuelas y las calles de pequeñas ciudades como Syracuse,

Hubo un tiempo en Puerto Maldonado 1

Hubo un tiempo en que Puerto Maldonado era un pueblo con un cine, una sala de baile para adultos y aprendices de ello y un Club Juvenil. La población no debería superar los diez mil habitantes y haciendo divisiones y proporciones, los adolescentes entre 11 y 13 años no éramos seguro más de doscientos. Todos nos conocíamos. Los chicos como nosotros no éramos muy amigos de las chicas aunque siempre queríamos estar cerca de ellas. El cine Madre de Dios, tenía una sola función, a las nueve de la noche. Aunque también existía el cine Grau, ir al Madre de Dios en lugar de éste era la regla cuando empezabas a existir en sociedad. El cine por dentro era una gran sala de butacas azules, todas casi al mismo nivel, por lo que si la persona sentada delante de ti era por desgracia alta, te perdías por lo menos el 40% de la película. Podías ir si deseabas a platea, donde si bien tenías una perspectiva mejor de la proyección, te perdías la dinámica de la sala principal, es decir, dejabas de existir.

Señoras entrañables

Hay personas de edad eterna que uno conoce desde niño. Como uno es niño, estas personas están mas cerca a nosotros mientras más cerca de nosotros moran. Hay algunas que me han causado curiosidad extrema pero que por la lejanía geográfica o por ineptitud no pude satisfacer. Una de ellas doña Trini, a quien recuerdo menuda de piel tostada, caminando desde Puerto a la Joya, con paso tierno y con mirada apresurada, sola, con una sombrilla amarilla de puntos. Iba a visitar a mi abuela, donde conversaban sentadas sobre pequeños banquitos. Hablaban de sueños pasados, de esperanzas mientras tomaban café negro con farofa, pan de arroz, pan con margarina o, con suerte, con generosos trocitos de queso serrano, esperando la caída de la tarde para luego regresar caminando, sin prisa hacia “el pueblo”. Puerto, era eso, el pueblo. Algunas veces se aparecía por mi casa, también era amiga de mi madre. Algunas otras personas son más cercanas y recordar las marcas de sus luchas sobre sus rostros me es mu