Hace un tiempo escribí esta crónica. Luego de repetir el circuito en enero de 2007, pienso que es válida a pesar de los años transcurridos.
¿Cuando empezó la colonización? No se. Lo único cierto es que están ya allí, en pequeñas casitas desparramadas a través de cuatro manzanas en una de las nuevas áreas urbanas de Puerto. Hace muchos años cuando la ciudad apenas llegaba hasta Santa Cruz (había viviendas dispersas, claro pero no eran parte de la unidad) ellas ofrecían sus caricias en tres barracas distintas, ocultas por la maleza en el camino a la Joya colindantes con la Av. Madre de Dios. En esos tiempos había una mujer legendaria cuyo nombre nunca supe pero que nuestro pueblo conocía como la Tía Mocha. Decir su sobrenombre era como invocar al diablo, y lo decíamos, culposa y silenciosamente muy lejos de los oídos adultos.
Ella era quien organizaba y dirigía, (en nuestro imaginario por que, en lo que a mi respecta, no había certeza de ello) todo el comercio de las chicas de la “vida alegre”. No era usual encontrarse con ella en las calles y era más bien discreta. Si ocurría, la mayoría evitaba un encuentro frontal, mirándola de soslayo, murmurando sin hablar, haciendo juicios de valor inconcientes sobre la profesión de esta matrona. Era una enorme mujer negra, de ancas de yegua y voz tremebunda que hacía temblar hasta a los estibadores. Nunca supe de donde vino ni por qué, y menos qué es de su vida, hoy.
Algunos decían que tenía un marido. Que este, paradójicamente, era un tipo escuálido pero intrépido, encargado de las necesidades domesticas y del bajo vientre de su dueña, y, por supuesto de los requerimientos logísticos de los sendos locales en los que las mariposas reclutadas en Lima y muchos otros lugares del país, ofrecían su calor a los parroquianos de la pequeña comarca. Muchos de los cuales, ciertamente, se conocían con nombre y apellido.
A diferencia de esos tiempos en que todo el pueblo la conocía o reconocía, hoy en día, solo los que acuden con frecuencia al enorme vecindario, por placer esporádico o por vicio incurable por el sexo pagado, conocen a los equivalentes modernos de la mítica tía Mocha. A diferencia de esos tiempos, en que esa organización, parecía un servicio que redituaba utilidades, hoy parece un negocio burdo, que funge de servicio en zonas de alta inseguridad.
Estos lugares, al tiempo que han desaparecido los de la Tía Mocha, se han multiplicado conjuntamente con las áreas urbanas de Puerto. En un tour nocturno (enero de 2001), solo en dos manzanas pude contar hasta doce pequeños "bares" impresentables de medias luces o de luces rojas efectivas (no el iluso papel celofán) con doncellas de alguna vez, semidesnudas y agazapadas entre parroquianos que mueren por tocarlas. De uno de ellos alguien grito PACHALAA!!, reconociendo a mi hermano que, al timón de su motito roja, como en cada visita a nuestro querido Puerto, fungía de “guía turístico". En realidad, luego de muchos años, uno lo necesita para llegar sin contratiempos, por curiosidad, vicio o placer a insospechados lugares como estos de los nuevos "sitios". No exagero.
¿Cuando empezó la colonización? No se. Lo único cierto es que están ya allí, en pequeñas casitas desparramadas a través de cuatro manzanas en una de las nuevas áreas urbanas de Puerto. Hace muchos años cuando la ciudad apenas llegaba hasta Santa Cruz (había viviendas dispersas, claro pero no eran parte de la unidad) ellas ofrecían sus caricias en tres barracas distintas, ocultas por la maleza en el camino a la Joya colindantes con la Av. Madre de Dios. En esos tiempos había una mujer legendaria cuyo nombre nunca supe pero que nuestro pueblo conocía como la Tía Mocha. Decir su sobrenombre era como invocar al diablo, y lo decíamos, culposa y silenciosamente muy lejos de los oídos adultos.
Ella era quien organizaba y dirigía, (en nuestro imaginario por que, en lo que a mi respecta, no había certeza de ello) todo el comercio de las chicas de la “vida alegre”. No era usual encontrarse con ella en las calles y era más bien discreta. Si ocurría, la mayoría evitaba un encuentro frontal, mirándola de soslayo, murmurando sin hablar, haciendo juicios de valor inconcientes sobre la profesión de esta matrona. Era una enorme mujer negra, de ancas de yegua y voz tremebunda que hacía temblar hasta a los estibadores. Nunca supe de donde vino ni por qué, y menos qué es de su vida, hoy.
Algunos decían que tenía un marido. Que este, paradójicamente, era un tipo escuálido pero intrépido, encargado de las necesidades domesticas y del bajo vientre de su dueña, y, por supuesto de los requerimientos logísticos de los sendos locales en los que las mariposas reclutadas en Lima y muchos otros lugares del país, ofrecían su calor a los parroquianos de la pequeña comarca. Muchos de los cuales, ciertamente, se conocían con nombre y apellido.
A diferencia de esos tiempos en que todo el pueblo la conocía o reconocía, hoy en día, solo los que acuden con frecuencia al enorme vecindario, por placer esporádico o por vicio incurable por el sexo pagado, conocen a los equivalentes modernos de la mítica tía Mocha. A diferencia de esos tiempos, en que esa organización, parecía un servicio que redituaba utilidades, hoy parece un negocio burdo, que funge de servicio en zonas de alta inseguridad.
Estos lugares, al tiempo que han desaparecido los de la Tía Mocha, se han multiplicado conjuntamente con las áreas urbanas de Puerto. En un tour nocturno (enero de 2001), solo en dos manzanas pude contar hasta doce pequeños "bares" impresentables de medias luces o de luces rojas efectivas (no el iluso papel celofán) con doncellas de alguna vez, semidesnudas y agazapadas entre parroquianos que mueren por tocarlas. De uno de ellos alguien grito PACHALAA!!, reconociendo a mi hermano que, al timón de su motito roja, como en cada visita a nuestro querido Puerto, fungía de “guía turístico". En realidad, luego de muchos años, uno lo necesita para llegar sin contratiempos, por curiosidad, vicio o placer a insospechados lugares como estos de los nuevos "sitios". No exagero.
Comentarios
christopher ibañez bazan
Roger
Soy Johana, hija de un amigo tuyo, Juan Sarmiento. Solo queria mandar saludos a los que estan por alla.
Y me parece super bien que alguien de por alla escriba un blog dando a conocer su país.