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Crónica breve de viaje a Berlin y Frankfurt



Durante diez días a partir de la tercera semana de noviembre, tuve la excelente oportunidad de una estancia en Alemania. Aquí algunas notas sobre este viaje.

Berlin

Presumo que Berlín no es una típica ciudad europea. En la práctica es difícil que lo sea una ciudad que ha sido reconstruida casi de la nada, luego de la segunda guerra mundial, proceso que se agudizó luego del fin de la guerra fría. Casi podría afirmarse que no hay vecindario o zona que no tenga un proyecto de construcción en marcha. A diferencia de la intensa Lima, marcada por los modernos edificios de departamentos y condominios privados multifamiliares, allí la nueva infraestructura corresponde en gran medida a espacios públicos como museos, palacios reales en reconstrucción, nuevas sedes de organizaciones, subterráneos para el metro, etc; todas recreando el viejo estilo de antes de la guerra.
La excepción de modernidad lo constituyen lugares, como aquel alrededor del hotel donde nos hospedamos (Grand Hyatt Hotel): Postdamer Platz (se pronuncia platze a secas y no platz) , una antigua zona histórica de la ciudad, totalmente destruida durante la guerra y espacio muerto durante la guerra fría por el que discurría un gran trecho del muro, cortando la gran pampa abandonada.

Por varios años, luego del derrumbe del muro, la deliberación de qué hacer con la zona devino en la construcción de uno de los pocos espacios “modernos” de Berlín, en el sentido del tipo de infraestructuras verticales y de diseños vanguardistas.

Por suerte, nuestra estancia coincidió con el inicio de la feria de navidad, consistente en tiendas, todas de color rojo, al aire libre o “kioscos”, como los llamaríamos nosotros, donde se podía encontrar comidas rápidas a base de embutidos, vinos calientes, pistas de patinaje sobre hielo y rampas para deslizarse sobre nieve. Aunque con más de treinta grados centígrados de diferencia y muchas veces el poder adquisitivo peruano, esta feria de reminiscencias pueblerinas, me hizo pensar en la plaza de Armas de mi pequeña ciudad de Puerto Maldonado, la de cada navidad. Al igual que allí, se instalaba en los alrededores ferias itinerantes de juegos, venta de viandas, y más juegos alrededor de toda la plaza. Entonces todos éramos felices disfrutando del ambiente, de la gente de la compañía, comiendo comidas sencillas de rápida preparación, jugando los juegos en que nunca ganabas y escuchando sin oír realmente las músicas estridentes de los altoparlantes.

Muchos detalles que destacar, como que las noches en los alrededores berlineses son más oscuras de lo que uno esperaba. Al parecer, la penumbra es la norma en esta ciudad, la cual aunada al viento frío, las calles anchas y en algunos casos la cercanía del parque y el bosque, me hacía pensar en los prisioneros de los nazis tratando de escapar, entre las balas, aprovechando las penumbras. Una amiga salvadoreña que conocí me hacía notar que ningún automovilista tocaba el claxon, y en efecto, las calles anchas y largas sólo se hacían sentir por el zumbido de los motores de los carros.

No se si así fue siempre pero el sentido de organización de ciudad era muy evidente. Hay una zona de embajadas (donde están la mayoría), otra zona de museos, otra de edificios del sector público, etc. Quizás la destrucción de la ciudad brindó la oportunidad para la reconstrucción consciente, o quizás no por que hubo una guerra fría. Una vez hubo dos alemanias separadas por un muro y un cerco.

Una impresión rápida, corroborada luego por las lecturas, es que los alemanes no son muy afectos a hablar de la guerra, ni de los nazis o de los judíos. Es casi como un tema tabú. Lo intenté, creo impertinentemente, un par de veces, y sólo recibí desvíos en respuesta, como cuando a uno le quieren hablar de algún tema incómodo no acorde con la norma, en fin. No lo volví a intentar, respetando esa regla no escrita e intentando no ser tan provinciano una vez más.
Hecho anecdótico fue la coincidencia en el mismo hotel de la selección alemana de futbol que jugaba un partido amistoso contra Inglaterra. No fue raro entonces cruzarnos en el lobby o con los jugadores o el cuerpo técnico. De hecho yo me encontré una vez con Miroslav Klose, otra con Bastian Schweinsteiger, estrellas del Bayer Munich y otro jugador muy joven que según los alemanes es la nueva gran promesa del balompié germano. Los colegas africanos eran los más entusiastas por encontrarse con los jugadores e incluso por ir al estadio, cosa que obviamente, no hicimos. Sí pudimos mirar el partido en uno de los restaurantes en una de las tantas cenas bien organizadas, a manera de veladas, por nuestros anfitriones. Perdieron los alemanes en un partido, en verdad, soso.

Aunque no soy amante del nacionalismo, llamó mi atención una foto, en el museo de historia alemana en el que el mapa peruano aparece mutilado en el norte.



De los tres museos que pude visitar recién el sábado 22 de noviembre, una vez finalizado el evento en Berlin, quedé impresionado por el Museo de Pérgamo. Este, contiene ejemplares originales de frisos, pisos, columnas, paredes, muros, todos ciclópeos de las épocas de los griegos, romanos y persas, principalmente. Resulta difícil de entender cómo es que los alemanes cargaron con todas esas piezas, hace más de cien años.

El evento al que asistí

Transformation Thinkers Seminar es un evento que se realiza en Berlin, organizada por la Fundación Beltersman y la GTZ (cooperación alemana al desarrollo), cada año desde el 2001. Tiene el objetivo de promover el intercambio de ideas entorno a la gestión del cambio. Cambio ligado a la construcción de la democracia, la economía de mercado y del propio Estado. A este evento se convoca a personas de todo el mundo involucradas en procesos de reforma, es decir, de cambio, en sus respectivos países. En mi caso, mi experiencia profesional promoviendo reformas en materia de gestión presupuestaria del Estado, como el presupuesto participativo y, como no, el presupuesto y la gestión por resultados, presumo, sirvieron de credenciales para ser invitado, a propuesta de la cooperación alemana GTZ.

El seminario, de seis días de duración, estaba preparado básicamente para hacernos interactuar y aprender mutuamente entre los participantes, inquiriéndose por nuestras perspectivas en relación a los diferentes temas de discusión planteados. En algunos casos, se contaba con expertos internacionales para facilitar talleres o para provocar discusiones y compartir enfoques en torno a la gestión del cambio. Independientemente de los contenidos, resulta sumamente gratificante interactuar con gentes, de otras naciones, que también lidian contra la corriente, muchas veces, en la introducción de reformas en sus sociedades y Estados, la mayoría de las cuales nosotros a veces damos por sentado, en nuestro país. Los casos de Syria y Belarus, por ejemplo, que padecen aún de regímenes absolutistas y dictatoriales severos. O los de Egipto y Kuwait que aún no logran consolidar un régimen básico de respeto por las diferencias de género.

En todos los casos, es claro que todos enfrentamos los mismos enemigos: la intolerancia, el temor al rompimiento del status quo y la imposibilidad de admitir, para nuestros fueros internos y, mucho peor para los externos, que podemos estar equivocados, propiciando prácticas desfasadas en un mundo en constante, e inevitable, cambio. Una coincidencia no sorprendente fue que todos los países, que contaban con representantes en el evento, caminaban decididamente por los rumbos de la economía de mercado y buscaban la democracia liberal.

Hecho anecdótico del evento, y a decir de los propios organizadores, “muy alemán”, fue la planificación rígida de los tiempos. Ciertamente, todo estaba cronometrado y, literalmente, saltábamos de sesión en sesión, con una hora para el almuerzo cerca de las 13:00 horas, tipo buffette pero de pie en mesitas altas mientras se seguía argumentado de los temas del taller, para luego retomar a las 14:00 horas, con cortos intervalos para un café y luego a seguir con los talleres, las sesiones de plenarias, hasta dar las 18:30 o 19:30, luego del cual el bus estaba ya esperando para la cena, programada para dos horas o algo más, y el retorno, también programado, por que el bus retornaba exactamente a esa misma hora, usualmente 22:30 horas.

Llegábamos al hotel a poco de las 23:00 horas, absolutamente agotados, más aún por tener que formatear repentinamente el cerebro a pensar y comunicar en inglés. Entonces, sospecho, que como yo, a esa hora la mayoría sólo quería dormir para al día siguiente repetir la misma rutina.

Ciertamente, no había gran tiempo para digerir lo que se estaba viviendo, y compartiendo, conformándonos con asimilar casi como por ósmosis lo poco que se podía. Como se puede inferir, este régimen poco habitual para nuestro espíritu más tropical, reducía drásticamente la capacidad de atención para las sesiones después de las 14:00 horas, pero igual, estas seguían, me imagino en la concepción que igual había que tenerlas por que había que cumplir con el programa, por que así estaba planificado.

Contradictoriamente, aunque a decir verdad no se si por esta característica o no, sospecho que, al igual que yo, la mayoría de los participantes volvimos a nuestros países con el ánimo recargado, con mayores ganas de seguir promoviendo la transformación en lo que fuera materia de nuestro interés, incumbencia y capacidad.


Frankfurt

Estuve apenas día y medio en Frankfurt, con más tiempo para la soledad, puesto que en esta ocasión ya ninguno de los compañeros participaba. Era sólo yo atendiendo una gentil invitación de la GTZ para compartir la experiencia de trabajo en materia de reforma presupuestaria en Perú, en la misma sede de dicha institución, ubicada en el distrito de Echsborn. La reunión fluyó bastante bien gracias a la gentileza de los GTZs y pienso que quedó una idea más o menos clara de lo que estamos haciendo en Perú y, sobre todo, de los desafíos que se enfrenta día a día para lograr ser exitosos.

Sería osado hacer conjeturas apresuradas de esta breve estancia, pero nuevamente llamó mi atención la paz con que transcurre la vida sólo apresurada por la lluvia y por la nieve que empieza a caer en estas semanas. A decir verdad a estas alturas, no me restaba mucha energía para la aventura y sólo atiné a caminar largamente a la vera del río Main, caminando con mi cámara tratando de pescar alguna imagen sorprendente o el horizonte de rascacielos, pero sólo pesqué a la lluvia gélida que luego se transformaría en nieve.

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