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Por las calles de Martín y Alejandra

Aunque nunca había estado realmente en Buenos Aires, cada vez que escucho sobre esta ciudad, vienen a mi mente El Obelisco, la Plaza de Mayo, la Editorial Columba, el Parque Lezama y el Edificio T. El Parque Lezama, donde, cerca de la estatua de Ceres, Martin es descubierto por Alejandra y el edificio T, al que ingresa Maria Iribarne, seguida por Juan Pablo Castel*.
Así que en la tarde del 21 de febrero de 2009 que me encontró libre y sin plata** en esta añeja ciudad, decidí buscar estos últimos lugares. Mi hotel estaba entre la Av. Callao y Corrientes a pocas cuadras del Obelisco y la famosa Av. 9 de Julio.

Empujado entonces por lo inevitable inicié mi andar por las calles de Buenos Aires, probablemente las menos “modernas”. Caminé primero dos cuadras sobre Corrientes, hacia la calle Montevideo, donde habría librerías regentadas varias de ellas por viejos de cabellos canos y lentes gruesos, y que vendían, cómo no, libros y revistas de segunda mano, muchísimas de ellas de manufactura argentina.

Todos ellos se me antojaban Sábatos o Robin Woods a los que se me ocurría preguntar, presuponiendo que lo sabían todo, si podían decirme donde encontrar o si tenían las viejas revistas de la mítica Editorial Columba, aquellas que leía de niño en Puerto Maldonado con el mismo sopor de los 36º C, aquellas que sigo leyendo entrecortadamente de la ruma de ediciones viejas que había encontrado y comprado ávidamente en ese emporio de la edición usada que es el Jr. Amazonas del centro de Lima.

Sí, claro que sabían de la editorial Columba, que había sido fundada en los 50s y cerrado en los 90s, conjuntamente con otras editoriales del boom de la industria editorial Argentina, que vendían sus revistas a toda Latinoamérica, que Wood en realidad era Paraguayo, que luego emigró a Italia, que habían intentado hacer reediciones de nuevos formatos de Nippur, de Dago y de Gilgamesh el Inmortal. Que esto no había sido suficiente. Y así fue, por que como, casi todo en Buenos Aires, había pasado a ser un elemento más de la historia de este país, la de un pasado promisorio y la de un presente que vive de los remanentes o de la resaca de ese pasado. Por que excepto el futbol, todo lo demás parece pertenecer a otros tiempos, mejores, de esta entrañable ciudad que hierve historia pero que a la vez a dejado que sangre venosa fluya en sus calles, al igual que muchísimasde Lima.

Un amigo me había dicho que Buenos Aires era como “una ciudad de Europa” y quizás en el sentido de lugar donde se respira historia sí lo fuera. Es decir una ciudad con harto trajín en sus calles, en su arquitectura, aunque en este caso se refiriese a historia de menos de un siglo, la de ascensión y caída de la que alguna vez fue, y que desistió, no sabemos hasta cuándo, de seguir siendo, el faro económico y cultural de América del Sur.

Con todo, abrumado por el sopor del verano, no cejé en mi intento de llegar al Parque Lezama. Quería sentarme sobre la banca donde Martín era observado por Alejandra, sólo por el gusto de imaginar y sentir esa inquietud sobre mi nuca y ese arrebato de emociones que caracterizó su tormentosa relación que acabó con la trágica muerte de Alejandra, consumida por el fuego que la había liberado de esos sus demonios. Sin embargo, no pude lograrlo, por carencia de fondos y por que en realidad era muy lejos y el tiempo ya se me estaba agotando, y además por el temor de perderme en el tráfago de esta larga ciudad. Mi consuelo fue entonces cualquier parque, por que todos, grandes o pequeños lucían árboles largos y frondosos y bancas que parecían centenarios, todos matizados por un manto verde de hierba y flores. Cualquiera de ellos, congelados en el tiempo, me sabría al viejo parque Lezama, que no llegué a visitar, al de Martín y Alejandra.

Ninguno se parecía sin embargo a la arboleda y jardines de la Pontifica Universidad Católica del Perú (PUCP), que años atrás, en un arrebato de locura, me había llevado a “encontrar” a María Iribarne en los vericuetos de la Universidad, y curiosamente, convencer a mi compañero y amigo Marco, menos cuerdo que yo aún, de que ella existía en la PUCP transfigurada en una joven de piel de miel y de cabellos ondeados, que aparecía y desaparecía de entre nosotros, como alumna libre, en la clase de Realidad Social Peruana.

Por suerte, pude tropezar en mi torpe caminar con algunos de estos parques en mi andar por las Av. 9 de Julio, Arenales y Callao, llegando a experimentar, a sentir, en el sentido de Martín, perturbadoramente, las intensas emociones que avivaron su mediocre vivir. No las de Juan Pablo Castel. No se por qué no pensé mucho en él ni en la María Iribarne de mis novelas de Letras de la Católica, aunque debo señalar que cualquiera de los incontables edificios cúbicos podría ser el Edificio T.

Teoría extraña
El taxista que me llevó a Ezeiza, esbozó una teoría curiosa sobre la crisis económica mundial: que ésta había sido creada por los gringos para hundir a los países subdesarrollados, debilitarlos y luego así expoliarlos con mejor posición. Que todo en realidad era parte de una estrategia de dominación mundial, a través de la cual, los países pobres se volverían más vulnerables a la ferocidad de los ricos.

*Martín, Alejandra, Juan Pablo Castel y Maria Iribarne son personajes de la ficción de Ernesto Sábato, de las novelas Sobre Héroes y Tumbas y El Túnel.

**Por una desatención típica de mi mismo, no había chequeado la tarjeta de crédito antes de salir de Lima y no estaba operativa. Esto limitó mi libertad de movimientos puesto que el efectivo que había llevado se había rápidamente reducido a 40 dólares y 15 pesos que con suerte alcanzaría para mi taxi al aeropuerto y el impuesto de salida en Ezeiza, principal aeropuerto de Argentina. Por ello, sólo me quedó caminar.

Nota. Este viaje de apenas día y medio a Bs As, fue atendiendo una invitación del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), para comentar entorno al buen puntaje obtenido por el Perú en reciente evaluación internacional en materia de transparencia presupuestaria.

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