Desafortunadamente, en esta estancia de casi una semana en tierras africanas, no tuve la oportunidad de conocer mucho. Confinados durante los días del evento en nuestros hoteles, sólo tuvimos la oportunidad de participar en una visita de campo a los alrededores de Durban, en la que, lógicamente, sólo pudimos ver la mejor cara: excelente infraestructura, creciente provisión de servicios básicos para su población y la aplicación de programas innovadores en lucha contra la pobreza. Aunque, a decir verdad, me queda la impresión que esta es la cara real de Sudáfrica: un país en franco crecimiento, con una excelente infraestructura de transportes. Ya quisiéramos tener siquiera un poco de esa infraestructura de autopistas y vías rápidas en Lima. Leo reportes en Internet que corroboran esto y señalan la aplicación de una política de apertura económica, equilibrio fiscal, control de la inflación, entre otras coincidentes con lo que se ha iniciado en Perú. Esto se habría introducido con mayor profundidad a partir del año 1996 con un paquete de reformas económicas, luego del fin del Apartheid. No es difícil entender cómo es que albergarán el próximo mundial de fútbol.
Sin embargo, como era previsible, los niveles de pobreza y exclusión económica están concentrados básicamente en la población negra, que es la mayoría (80%). Esto explicaría, en parte, por qué en los centros de diversión y comerciales del Sun Coast Hotel, donde un fuerte contingente de delegados participantes se hospedaron, la mayoría era más bien de origen hindú (3%) y caucásico (9%), diría que, conjuntamente, hasta en un 90%. Esta sencilla evidencia visual, la pude comprobar también en los reportes de Wikipedia y otros links sobre la situación económica y social del país. Otro problema muy serio que enfrentan es la alta incidencia del HIV-Sida, que afecta a cerca de 7 millones de sudafricanos de un total aproximado de 47 millones de habitantes. (En video, en ruta entre el Royal Hotel y Sun Coast Hotel, por calles de Durban y plática poco intelegible con un colega africano y el chofer sudafricano, muy afables)
Una mala noche
Forzosamente tuve que experimentar el servicio médico en Durban, luego de sufrir una severa intoxicación luego de una cena de comida hindú en el Royal Hotel. Fue una noche terrible de arcadas intensas y vómitos que me deshidrataron en menos de una hora, mientras afuera azotaba una tormenta que de no ser por la intoxicación habría disfrutado como cuando niño en Puerto y la lluvia azotando la ventana de mi cuarto con su repiquetear incesante, el viento que silba y esa sensación de frescura tropical…En fin. No pudo ser y tuve que salir a las dos de la madrugada con un taxista contratado y un acompañante del hotel a una clínica privada donde, a duras penas me hice entender en mi magro inglés, bautizado de “americano” por mis colegas africanos, y fui rápidamente inyectado para detener la incontinencia de un solo golpe. Sólo atiné a estirar mi brazo y dejar que la amable enfermera me aplicara la ampolla intravenosa, rogando, en mi prejuicio frente a la evidencia de los 7 millones, que no estuviera infectada con HIV (la ampolla). Más doloroso fue luego tener que cancelar los servicios de la clínica y los honorarios del médico que no me dio comprobante y yo no atiné a presionar, pero que en total hicieron casi US$ 200 de mi tarjeta de crédito. Hasta ahora estoy pagando. No hay mucho que decir sobre la vida nocturna en Durban, nunca salimos, y esta vez no hubieron colegas chilenos que abriesen camino, y no dudo que lo habrían intentando por que en cada momento los del hotel nos advertían de no salir, que era “muy peligroso”. Nunca sabré exactamente por qué lo decían.
Todos parecían entusiasmados en aplicar el presupuesto participativo
Los representantes de todos los países que asistieron, se mostraron muy interesados en aplicar el presupuesto participativo en sus países. De hecho varios ya lo están haciendo. Los contextos, en verdad son bastante parecidos al nuestro: sociedades con autoridad tradicionalmente centralizada y vertical en extremo. Afortunadamente, al igual que en nuestro país a principios del nuevo siglo, hay una corriente fuerte de mayor democratización de la sociedad, y una mayor inclusión de la población en los procesos de toma de decisiones. De hecho, en esto, el presupuesto participativo puede ayudarles mucho. Nuestra función, la mía, la de varios brasileros (Bello Horizonte y Porto Alegre) y ecuatorianos (Cotacachi), fue la de compartir las lecciones aprendidas (lo que funciona y lo que no) en el caso peruano e iniciar algún tipo de esfuerzos conjuntos en una agenda que tiene más en común de los que pensábamos en este desafío del Desarrollo.
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